domingo, 25 de septiembre de 2016

Sobre la verdad...

Aquello que es verdadero, ¿pudo siempre ser así? Habría que cuestionar más seriamente el concepto de la verdad. Si algo pierde su cualidad de ser verdad, entonces, ¿en algún momento realmente lo fue? Porque si se tratase de algo irrefutable no habría forma alguna de que, justamente, perdiera esa cualidad. Entonces, ¿a qué podemos aspirar? ¿A media-verdades? ¿O a pequeñas mentiras? Me parece que para abordar un concepto u otro como absolutos es intrincado, harto difícil. Hay un problema mayor a si se pueden o no abordar la verdad y mentira como absolutos, y es que alguien no escatime en utilizarlas con esta cualidad. Ahora bien, si revisamos en algún aspecto de nuestras vidas seguramente encontraremos estos “absolutos” de verdad o mentira, como ideas, abstracciones, sentimientos, o algo tan absurdo como que estamos vivos. ¿Pudieran afirmar sin temor que esto es así? He aquí otro problema. Si afirman, están declarando que hay una verdad absoluta y que ésta es que hay cuestiones más ínfimas o muy particulares de nuestras vidas que son una verdad o mentira absoluta. Entonces; la verdad absoluta es que hay singularísimas verdades absolutas. Pero vamos por el lado de la negativa a ver cómo resulta...Si negasen el hecho de que no es posible encontrar algún aspecto de nuestras vidas en el cual hallemos “absolutos” de verdad o mentira, implicaría que, al refutarlo completamente, anularían esa mentira, por La Verdad de que no existirían otras verdades absolutas que contengan ínfimas verdades absolutas.

            La resolución de este planteamiento no va por las vías del “término medio”, porque éste se presenta como una alternativa en el punto central de ambos extremos. El problema de hablar taxativamente de un punto nuclear nos remitiría nuevamente a una afirmación de cualidades absolutas; que hay medias verdades o medias mentiras. Decir eso es caer en el mismo círculo discursivo del planteamiento de las verdades o mentiras absolutas, por eso no es una solución. Pero... ¿Quién necesitaría resolverlo? ¿Para qué? Si al leer cada una de estas palabras del presente fragmento usted ni si quiera cuestionó el hecho de que están en escritas en idioma español.

domingo, 1 de mayo de 2016

Demolición y creación

No puedo más que comenzar este compendio citando uno de los trescientos cincuenta aforismos que se encuentran en El Viajero y su Sombra (1879), para denotar que, “profanaré”, con perdón de Nietzsche, una de sus obras, la cual es la mencionada anteriormente y unida a Opiniones y sentencias es la última parte de Humano, demasiado humano. Prosigo:
“17. El que da de un pasaje de un autor una explicación más profunda que la concepción no explica al autor, lo oscurece (…) Pues para demostrar sus profundas explicaciones comienzan por deformar el texto, es decir, por corromperle.” [1]

Tomando esto en cuenta debo destacar que precisamente mi intención en estas líneas será otra; no más que hacer ciertas asociaciones entre el psicoanálisis y distintos conceptos que atraviesan la filosofía nietzscheana; la moral, la racionalidad, la verdad, el bien y el mal... Y, ya desde el psicoanálisis; el significante, el Discurso del Amo, el Discurso del Analista, el Otro, lo inconsciente, etc.
Habiendo precisado estos puntos daré comienzo a lo que aquí concierne.

Algunas consideraciones sobre el psicoanálisis

El psicoanálisis es la praxis de la subjetividad. El caso por caso dicho por Freud no es simplemente una proposición y un accionar del proceso analítico; es una sublevación contra cualquier intento de objetividad o establecimiento de patrones para el abordaje en la clínica. Implica un imposible de generalizaciones para con el paciente, esto es; no hay instrumento alguno, todo-pasa-por-la-palabra. La palabra comporta esa particularidad del sujeto-del-lenguaje. ¿Qué se quiere decir con esto? Que no hay “hombre” sin lenguaje, el sujeto es del lenguaje porque es El Hablado, ni siquiera el que habla. Es decir, el sujeto está precedido por un lenguaje, y no cualquiera, sino el que le otorga el Otro. “El hombre es hombre porque el símbolo lo ha hecho hombre”. [2] 

El significante —la palabra— contiene significaciones exclusivamente únicas del parlanchín que las pronuncia; por ejemplo, un paciente que manifieste tener una “comodidad económica” podría presumirse que lo que está significando es que según su historia —y en comparación con su entorno— actualmente siente un bienestar en cuanto a ciertas “necesidades” están satisfechas. Pero, ¿qué significa tener una “comodidad económica”? ¿Es siquiera posible establecer un parámetro que dictamine que según ciertas facilidades y posesiones que dispongas estarías “cómodo económicamente”? Muy bien, esa “comodidad económica” puede significar que el paciente tenga ya 3 meses continuos de labores remuneradas y que a diferencia de sus antiguos trabajos no ha sido despedido. Más aun; con todas las derivaciones que se puedan formular a partir de esta afirmación –hecha por el paciente– lo “pertinente”, si se quiere, sería preguntarse a qué está apuntando esto. Pero el saber no lo tiene el analista. Precisamente: recae de lleno sobre el analizante, de forma que es “su” discurso; recordemos que “el fundamento mismo del discurso interhumano es el mal-entendido” [3]. Además, cualquier consideración acerca de lo dicho vendría por deseo del analizante. Mencionamos el sentir, lo que inmediatamente nos permite remitirnos a una singularidad, que irremediablemente no se puede estandarizar, reducirla a números o cuantificarla; es en este proceso donde la subjetividad se pierde en pro de imponer un conglomerado de características que pretendan universalizar criterios que abalen un cuadro clínico, dicho de otro modo: encajonar a un sujeto en un diagnóstico donde ya no sea él, sino el diagnóstico –que pasa no por el saber del paciente, sino del clínico- y posteriormente ser tratado en virtud de dicho señalamiento.

En psicoanálisis se habla. No hay nada preestablecido. El pa(de)ciente es quien se enrumba en una dialéctica de lo propio-reprimido, se va develando conforme articula esas cuestiones ásperas o repetitivas de su vida. Pero sobre todo es en los fallidos, los lapsus, los chistes y en los sueños de donde se sustraen las mayores y más significativas elaboraciones. Significativas, en tanto que con ellas se irá desmantelando todo un sistema —sintomático— creado para tapar la angustia.

Cuando digo que no hay nada preestablecido me refiero también a que no hay un tiempo estipulado para el proceso analítico, por lo que debo acotar que estas articulaciones o elaboraciones que he mencionado se darán —o no— distintamente en cada caso. Lo siguiente podría ilustrarnos un poco en cuanto a este último tópico: “La experiencia nos ha enseñado que la terapia psicoanalítica, o sea, el librar a un ser humano de sus síntomas neuróticos, de sus inhibiciones y anormalidades de carácter, es un trabajo largo. Por eso desde el comienzo mismo se emprendieron intentos de abreviar la duración de los análisis. Tales empeños no necesitaban ser justificados; podían invocar los móviles más razonables y acordes al fin. Pero es probable que obrara en ellos todavía un resto de aquel impaciente menosprecio con que en un periodo anterior de la medicina se abordaban las neurosis, como unos resultados ociosos de daños invisibles. (…)”.[4]

En fin, sobre la transferencia hay que mencionar que primeramente denotará un gran impedimento del proceso analítico —vía resistencia—, pero que, aun así, ésta es la más poderosa palanca del éxito”. [5] Al principio del tratamiento, el analizante no habla de él al analista. Después comienza a hablar de él pero no al analista. Finalmente, habla de él al analista y ahí podría decirse que hay un final de análisis".[6]

Parirte en las palabras

La poesía es la máxima expresión de la estética del verbo, es, etimológicamente hablando, hacer. Con el discurso poético nietzscheano se articulan hondas cuestiones de la existencia humana. El psicoanálisis hace lo propio en su dispositivo y también goza de un discurso. La obra “El Viajero y su Sombra” dispone de un diálogo inicial y final excepcionales por su contenido tan demoledor: implican un espacio para el hablar con la eterna sombra que “ha estado detrás” del hombre desde sus orígenes. El vuelo poético de hacer con la falta es una creación que sólo da cabida para un cuerpo.

Nota: los diálogos aparecen en la introducción y el final de la obra El Viajero y su Sombra (1879) de Friedrich Nietzsche.

El martillo nietzscheano.
Si entre líneas algo se puede leer en Nietzsche es cómo un gran Amo, llamado Cristianismo, ha imperado incesantemente en el hombre de la cultura occidental, ¿de qué forma? Ha intentado suprimir lo visceral; la figura de Dios ha sido el padre que somete por excelencia a los hombres que se entregan a la fantasía que pretende hacernos no-castrados, en pocas palabras; la que nos ofrece una vida posterior en un paraíso celestial, al costo de, paradójicamente, mutilarnos; es chistoso, para gozar de la eternidad tienes que dejar de ser.

La invención de Dios “resuelve” el problema de “La Verdad”, en tanto que todas las preguntas pueden ser respondidas, de hecho, no hay preguntas, la voluntad de Dios es incuestionable. Ese gigante otorga su gracia y con ella nos regocijamos, él nos indica, nos traza, en fin, con él nos dirigimos... Todo esto se puede tomar como ilustración para hilarlo con palabras más simples: el bien y el mal. De estas dos palabras se desglosan un sinnúmero de significantes que determinan el posicionamiento subjetivo de una persona: Lo Bueno es la alabanza, la obediencia, el martirio, el perdón, amar al prójimo. Ser en tanto sirvo; dame los mapas y yo seré tu esclavo. ¡Cuánta mentira! ¿Cómo se puede amar al prójimo cuando le otorgo mi vida a un Amo a cambio de su Gran Luz?
“La Completud” y “Lo Uno” imposibilitan al ser... Lo convierten en el sujeto-a-LA-palabra. Incluso, ¿cómo se puede hablar de libre albedrío cuando Dios intercede en los asuntos de los mortales? Esto es lo que se expresa a través de las siguientes y populares exclamaciones: “¡ha sido la voluntad de Dios!”, “¡Dios así lo quiso!”, “¡Dios siempre sabe lo que hace!” ¿Entonces quedas absuelto del hecho? ¡Vaya! Si bien ya no eres responsable de tu vida ahora tampoco lo eres de tus acciones. Y más allá de todo esto, cómo se puede ser libre cuando ya tu cuerpo está encadenado al deber, a cumplir, a la obediencia, al silencio. Si no se habla, la voz se pierde. Entre tanto ¿dónde está la singularidad? ¡Qué atrevida pregunta!

Las pasiones han sido laceradas, lo propio no ha tenido lugar. Pero es que lo subjetivo comporta quitarse el beneficio de la cómoda ignorancia, es decir, no saber es bastante fácil; hay un goce en la alienación. Eximirse de la creación entiéndase como único acto de la singularidad corresponde estar al servicio de una figura directriz, es este el gran tapón de lo Real, entregarse al Amo para que te “llene” de sentido, vertiendo sobre ti su saber que te “completa”. Palabras más, palabras menos: “El hombre olvida al ser para consagrarse al dominio de los entes” [8]. Heidegger lo tenía claro.

Ahora bien, toda esta cuestión moral-religiosa que se ha mencionado parafraseando un poco a Nietzsche sirve para metaforizar el Discurso del Amo propuesto por Lacan, el cual consta de cuatro términos y cuatro lugares: primeramente, en el lugar de “agente” se encuentra el significante amo (S1) por encima del sujeto barrado ($) que tiene el lugar de “verdad”. Luego está el saber (S2) ocupando el lugar de “Otro”, sobre el objeto (a) que tiene el lugar de la producción. Más claramente se expresa así: 


Lo que queda entonces es que los significantes amos S1 le imponen un saber y dirigen un discurso al otro S2, debajo de esto está un sujeto tachado o barrado $ y finalmente un efecto, un “plus de goce”, objeto (a).

Sigamos; los significantes vienen dados por el gran Otro, figuras parentales, Dios, Estado, Sociedad al cual Lacan denomina como A, y la función de éstos es taponar la falta del sujeto barrado $, es decir, el atravesado por el lenguaje; los significantes amos están por encima del sujeto barrado en tanto que ellos lo representan.

Ante todo esto, el $, que puede ser denotado como “inconsciente sujeto” ocupa el lugar de la verdad, que por excelencia es lo inconsciente descubierto por Freud; éste no miente y aparece en cualquier momento para romper con S1 por medio de sueños, chistes, lapsus, equívocos, etc. Luego, por otro lado se tiene a S2 que se puede nominar como “inconsciente saber”, este es el de la asociación libre, el que se pone a trabajar, el que empieza a producir un saber alrededor del lapsus, y se encarga de reordenar estos S1” [9]. Finalmente se tiene que el objeto (a) es lo que “cae”, lo que “resta” de la operación, por ello se ubica en el lugar de la producción. Es en este último en el cual se encontrará “algo” de lo Real.

Me serviré de un aforismo nietzscheano para ilustrar el lugar de la “verdad” -vía onírica- del sujeto barrado. Parece protoanalítico:

194. El ensueño. — Nuestros ensueños son (en el caso excepcional en que se prosigan y acaben, pues, por lo general son una chapucería) encadenamientos simbólicos de escenas y de imágenes en sustitución de un lenguaje poético narrativo. Modifican los acontecimientos, las condiciones y las esperanzas de nuestra vida con una audacia y una previsión poética que nos asombran siempre por la mañana, cuando los recordamos. Prodigamos demasiado nuestro sentimiento artístico durante nuestro sueño, y por esta causa nos sentimos tan desprovistos de él durante la vigilia. [10]
Precisamente de los sueños es que el psicoanálisis se sirve, sabemos que son “la vía regia para llegar al inconsciente”, justamente en ellos es donde lo Real mediante la angustia empuja y se rompen las censuras, incluso con éstos y a través de la elaboración se pueden encontrar grandes contenidos significativos para un proceso analítico. En el sueño retorna lo reprimido, por tanto con él se puede bordear lo Real del invento lacaniano llamado objeto (a). Lo que se hace en un análisis es totalmente la inversa del Discurso del Amo, se llama el Discurso del Analista y se expresa así: 







Es con este discurso que se trabaja en un dispositivo analítico, de manera que subvierte al del Amo y se explica de la siguiente forma: El analista debe ubicarse en el lugar del objeto a, el agente real de la cura para inducir desde allí la producción de significantes amos por parte del analizante. El analista dirige la cura, no dirige al analizante; por eso, cuando interpreta durante la sesión, lo hace desde la perspectiva del objeto a, no de lo que cuenta el analizante. Con frecuencia guarda silencio, lo cual permite al analizante producir nuevos significantes y crea la oportunidad para que el sujeto del inconsciente se manifieste. También puede decidir acortar el tiempo de sesión, como medio para escandir el habla del analizante. Pero, ante todo, el analista está allí para empujar al analizante a hablar, alentándolo a asociar libremente y contrarrestar así la represión y la censura. En último término, lo que está en juego en la posición del analista es la transformación de su conocimiento teórico en herramienta que trabaja en el registro de la verdad del sujeto. Por efecto transferencial el analista es para el analizante el "sujeto supuesto saber”, y el objeto de sus fantasías y deseos. Desde la posición del objeto a el analista va a interpelar al otro como $, como sujeto en falta, sujeto dividido, de quien se espera que produzca los significantes amo, S1, en los que su verdad se encuentra alienada”. [11]

           Revisar la obra de Nietzsche permite dar cuenta de la apuesta que hace por la singularidad y el valor que da a las propias pasiones, que, en definitiva, son las que están íntimamente ligadas a una verdad; la singular. “crear, ésa es la gran redención del sufrimiento, así es como se vuelve ligera la vida”. [12]

El viajero camina y con él lleva su sombra, su fantasma... Sabe que se ha construido en base a palabras, y que con esas mismas palabras es que puede entablar un diálogo. El Viajero y su Sombra es la expresión del sujeto-falta.

Referencias

[1] Nietzsche, F. El viajero y su sombra (1879). Fontana, 2013.
[2] Lacan, J. Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis (1953-1956), Escritos I  Siglo XXI, México, 1976.
[3] Lacan, J. El Seminario 3 Las Psicosis (1955-1956). Paidós, 2014.
[4] Freud, S. Obras completas. Vol. XXIII. Análisis terminable e interminable (1937) Ed. Amorrortu, 1980.
[5] Freud, S. Obras completas, Vol. XII.  Sobre la dinámica de la trasferencia (1912) Ed. Amorrortu, 1980.
[6] Lacan, J. El Seminario 1
[7] Nietzsche, F. El viajero y su sombra (1879). Fontana, 2013. Introducción.
[8] Heidegger, M.
[9] Macri, S. El inconsciente lacaniano en la sesión analítica: el discurso del inconsciente. Seminarios CEIP-extensión, (2010).
[10] Nietzsche, F. El viajero y su sombra (1879). Fontana, 2013.
[11] Gutiérrez Vera, D. La textura de lo social, Revista de Psicoanálisis y Cultura N° 16, 2002.
[12] Nietzsche, F. Así  habló Zaratustra. (De la superación de sí mismo)

Microensayo del libro "La Venganza del Inconsciente" de Nelson Torres.



“…Mientras Superyó continúa pendiente de la vida de los demás, el átomo sigue su indetenible, magistral y sorprendente evolución…”. Nelson Torres- La Venganza del Inconsciente (1977)

  
Desde el prólogo, ya se advierte al lector de qué irá en cierta forma “La Venganza del Inconsciente” (1997) diciendo que:
 La venganza del Inconsciente (o aún mejor La venganza del Vecino, como el autor lo llama) es un libro fascinante, fácil de leer, y por sobre todas las cosas, útil. Disfrute cada página sin prejuicios, pues fue hecho para usted. Ante cada emoción que sienta durante la lectura recuerde que su YO puede negar la verdad, pero el vecino ¡NO!

            El libro presenta una lectura totalmente inmersiva, donde se estará en constante “comunicación” con el autor. Asimismo no se necesitará de conocimientos profundos en la materia —psicología— para su disfrute, goce, satisfacción y emoción durante el viaje que se emprenderá desde la primera hasta la última palabra.
            Una de las cosas que “sorprende” y a su vez entretiene es el uso de neologismos propios del venezolano, con esto se logra una fácil comprensión y un acercamiento hacia un público más amplio, lo que da como resultado una asimilación simple de lo que se expresa, reiterando que no se necesita de un coeficiente intelectual de 150 para quedarse al menos con lo esencial. 
            El Inconsciente… él relata quién es, cuáles son sus venganzas en general, y el porqué de éstas, es, por supuesto, el protagonista… Es el verdadero “YO”. Es y no es Nelson Torres el que habla en “La Venganza del Inconsciente” (1977), no es porque no es él, pero a su vez sí es él porque es su Inconsciente (el “YO” real) quien escribe cada una de las páginas… Es por ello que en ciertas partes del libro el Inconsciente se refiere a Nelson Torres como si éste fuese ajeno a él —en otras, también como alguien cercano, pero siempre como “otra persona” —.

Torres quiere y busca que todos se gradúen de “Hombres Humanos”. 
¿Quiénes son estos “Hombres Humanos”?:
Los Hombres Humanos, con un alto nivel de inteligencia y un potente EROS aspirando no sólo ser buenos, nobles, humanitarios, ecologistas y colectivistas, si no hacer contacto con otros niveles de energía. A estos los matan por “pendejos”. ¿Quién los manda a hablar y a ser como son, verdad?

Además, sentencia: “…son los hombres humanos que no piden nada a Dios. Le dan, siendo útiles a la humanidad, a la naturaleza y a sí mismos”.
            El Inconsciente de Nelson Torres aclara que: "La única intención que conlleva este libro es serle útil a tantas personas que están padeciendo enfermedades o dolencias que se tornan crónicas y repetitivas sin explicación alguna".

            Algo que parece cuestionable es cómo determina que esto "cosa(A)" dará lugar a aquello "cosa(B)", ¿por qué lo de cuestionable? Generalmente se está acostumbrado a creer que ciertas enfermedades o patologías son únicamente producto de procesos o alteraciones biológicas, pero lo que propone Nelson Torres con esa "venganza del Vecino" es que además de lo meramente orgánico está lo psicológico, como algo casi codependiente, es decir, estos están estrechamente relacionados. Nelson apuesta por un enfoque de origen emocional, el cual le arroje otro tipo de respuestas, de manera que dice lo siguiente:

Problemas con el ESTÓMAGO, es que usted tiene un “asunto pendiente” (Perls), “Un problema no resuelto” (Rogers), “una piedrita en el zapato” (Nelson) con su señor PAPÁ. Y le pueden efectuar todas las endoscopias, gastroscopias, administrar todos los mejores fármacos y hasta tanto usted no solucione sus conflictos con su papá, la acidez, gastritis, úlceras, estreñimientos y gases continuarán haciendo de las suyas.

            Esto genera cierto escepticismo debido a que algunas de las primeras cosas que se pueden pensar al sufrir dolores estomacales es que seguramente la persona se  pudo haber comido algo que le pudo haya “caído mal”, también se puede pensar que con un juguito de lechosa se resolverá la cuestión o simplemente si es muy repetitivo se acudirá inmediatamente a un gastroenterólogo, pero muy rara vez se tendrá la posible idea de que esto sea producto de algún conflicto de seriedad con su padre. No se está muy frecuentemente adaptado a pensar tal cosa, pero así como se citó este ejemplo están otros más que pueden parecer “poco creíbles”, o de dudosa  confiabilidad, pero no como para descartarlos, ya que sí que poseen lógica.
            En contraste se habla de las alergias, las cuales indudablemente tienen su origen “orgánico” como muy bien lo dice el Inconsciente de Nelson Torres, y otras, por el contrario, de génesis psico-emocional, como por ejemplo el brote o comezón en el pecho ante situaciones en las que se sienta rabia —ésta la padece mi madre— o la sudoración excesiva, enrojecimiento en brazos, cuello, axilas y picazón ante nerviosismo, inseguridad o cualquier tipo de incomodidad que pueda generar “arrechera” —ésta la padece mi hermana—.
            Muchas son las enfermedades que menciona Torres las cuales pueden ser  producto de algún problema psico-emocional, entre ellas se tienen: artritis, sinusitis, problemas con el estómago —ya antes mencionada—, asma, lupus etc… ¡Qué labor la que ha hecho! Impresiona el saber qué tan suicida se puede ser, ¿quién diría que el lupus pudiera ser causado por “…problemas severos de rencores o culpas con ambos padres…”? ¡Bendito el día en que se duda!
¡De mi estilo de pensamiento depende mi Vida!” Qué bonita frase propicia Nelson Torres… él también dice:

Sin el permiso de Descartes, PIENSO, LUEGO SIENTO Y DESPUES SEGREGO. Esta es la dinámica: Si tengo pensamientos de miedo, de rabia o de rencor en el acto segrego ADRENALINA. Si tengo pensamientos de tristeza, decepción, culpa o desesperanza, me agobio e inmediatamente segrego MIXTALINA; en cambio, si pienso en alegrías, éxitos, amor y vivo expresando gratitud, todo mi cuerpo se inunda de ¡ENDORFINAS!

            Se puede ser víctima, victimario y/o también salvador, simple… Cualquiera pudiese torturarse cada día diciendo lo miserable que es su vida hasta que evidentemente muera como alguien miserable. A su vez se puede creer que se es el centro del cosmos y por ende todo lo malo le sucede,  de esta forma la persona se podría ahogar en depresiones y melancolías que vayan matando(la) lentamente… De las maneras en las que se puede morir son muchas, Torres menciona en cierta forma al cáncer y a los infartos como armas mortales por excelencia en esto de vivir “enrollados”.

Y entonces: “¿Habrá entendido tu Superyó que de nada sirve continuar con tantos rencores, sentimientos de venganza, culpas, miedos, tristezas y desesperanza porque al pensar todos los días así, sentimos y segregamos adrenalina o mixtalina?”. Nelson Torres.
            En otro orden de ideas, se evidencia la "lucha" constante entre el Inconsciente y el Superyó, en la cual está el Superyó como un "ente" que vela por los principios, la moral, y todos aquellos cánones que estén establecidos.
            Del otro lado de la moneda se tiene al Inconsciente, el que hace lo que quiere y cuando quiere, el que no le importa el qué dirán,  y el que es capaz de hacer sufrir o hasta matar a "YO" si Superyó lo limita o lo cohíbe. Si al inconsciente se le reprime esto le traerá unas graves consecuencias a "YO".
            En parte, Nelson Torres describe al Inconsciente de la siguiente forma: "soy altamente sensible y sumamente inteligente. Sensible para crear transparencias bien artísticas e inteligente para ordenarlas a fin de que la presentación de mis ideas, ante los jefes, salga perfecta y convincente…". El Inconsciente claramente es el “YO” auténtico.
            Por otra parte, seis “caos” —así los ha llamado Torres— son propiciados por el Superyó en su afán por tratar de perfeccionar todo cuanto pueda y regirse por cada una de las malditas normas y directrices que van dominando e inhibiendo a el “YO verdadero”. 

    Se tratará uno en cuestión que será el “5º Caos: "Angustia Espiritual”.



              ¡Sé útil! —ésto es lo que propone Torres— ¿para qué pedir cuando ni siquiera se ha dado un poquito?, que no se pida, ¡que se haga! Sea quien sea su Dios, éste, sin más ni menos, le ha dado absolutamente todo lo que se pueda tener, incluyendo el aire que respira, la familia —por muy “buena” o “mala” que le parezca—, etc. Es más, le ha otorgado vida, ¡Sí, la vida! ¿Qué cosa mejor que la vida? Con sus dulces, innumerables y gratas imperfecciones es magnífica siempre y cuando se lo permita. ¡La vida es posibilidad!, y como posibilidad hágase lo mejor que se pueda, pero hágase… No se debe esperar por un ficticio paraíso, ¡NO! La vida es hoy, y sólo hay un día en el que se puede hacer algo, hoy, ni ayer ni mañana servirán, sólo hoy… ergo, convierta esa posibilidad de todas las posibilidades —como decía Heidegger, refiriéndose al ser— en algo grato, disfrute hasta en el sufrimiento, pero siga, siga adelante… Que la imposibilidad —la muerte— aguardará a que sea abono, y en ese momento no habrá paraíso o infierno alguno, esos dos están en la Tierra, sólo depende de una persona el vivir en uno o en el otro. Dudo que el hombre en algún momento esté conforme con su estancia en la Tierra o con su tiempo de vida, es por ello que él mismo se ha inventado una vida después de la muerte, para en cierta forma sanar ese desespero que es inminente cuando se está cerca de los últimos días… Ha sido difícil, y de hecho lo sigue siendo el aceptar que son y serán para dejar de ser... las preguntas que han angustiado al hombre y que lo siguen angustiando son las que han parido a esa innumerable cantidad de Dioses —todos irreales— que llegan para “responder” y calmarlo de forma tal que necesita de fe y no de razón para creer, por supuesto… ¿cómo se va a necesitar razón para algo que fue producto de una irracionalidad? En fin, el hombre tiene que ser para el hombre, ya que él mismo es su único e irrepetible Dios.

           De lo que se está hablando es que se tenga un pensamiento co-activo, de alejar ese pensamiento caótico generador de “mierda” a diestra y siniestra, ¡llénese de endorfinas! Hay que crecer y tener la esperanza de que es posible graduarse de “Hombres Humanos”, no se está hablando de una quimera, aunque se esté en el “autobús histórico de los Humanoides”. Los Humanoides básicamente son los homínidos no-humanos.

   
¿En algún momento el Inconsciente dejará de vengarse?, Torres afirma: 
        Cuando la humanidad rece menos y provoque, sin miedo, la reingeniería de su pensamiento, trabajando adentro, transformando los resentimientos en razonamientos, las culpas en perdón, la decepción en responsabilidad, la agresión en ternura, la envidia en creatividad, la soberbia en goce y las neurosis en Armonía, sólo entonces el inconsciente dejará de vengarse y todos podremos disfrutar de este hermoso planeta azul y nos lanzaremos a descubrir la extraordinaria arquitectura del Universo que es la otra jardinería brillante que espera por nosotros...

                ¿Un pensamiento utópico? Seguramente... “la humanidad” no pareciera que haya hecho eso alguna vez en toda su historia, tal vez algunos hombres han contribuido con grandísimos avances, pero pensar que todos llegarán hasta ese punto puede causar hasta gracia, se han dado pequeños pero considerables pasos, aunque falta mucho por recorrer...

          Pero la balanza no debe estar inclinada hacia un lado… El equilibrio es fundamental, ¿cierto? Hay que ser grises en una escala de grises, ni blancos ni negros… Si destrucción es construcción entonces se tiene que ver si de los pedazos que quedaron de lo “malo” se encuentra algo “bueno”, nada más que eso.



jueves, 26 de junio de 2014

Compendio del libro "Bésame Mucho", escrito por Carlos González



Resumen

     En el presente trabajo se precisará con mucho entusiasmo y de manera bastante concreta, lo pertinente en la tesis planteada por Carlos González, en su libro “Bésame Mucho”. Será un sano juicio dentro del mismo que se disputa en la obra antes mencionada, se presentarán ideas puntuales para explicar muchos de los aportes que muestra su autor. Este ensayo recopila las palabras de González, las revisa, examina, discrimina y luego, conforme a los resultados, se desarrolla una opinión creada por Oswaldo Acosta. Este “compendio”, como se ha llamado, pretende observar la problemática, sus involucrados, fenómenos, y la forma en la que el autor la aborda, de manera que los argumentos aquí expuestos se manejen con total versatilidad.

Introducción

     Lo que se podrá apreciar a continuación es un desarrollo preciso y concreto de los tópicos expuestos en el libro “Bésame Mucho”, cuyo autor es Carlos González. Se abordará lo más trascendente en cuestión, incluyendo su metodología y la capacidad con la cual determine, a lo largo de su obra, puntos específicos. Así mismo, este ensayo, estará dotado de una fuerte crítica, no porque ese sea su propósito en sí, sino por pequeñas fisuras en el planteamiento teórico de su autor, reconociendo a su vez que el trabajo, en líneas generales, es merecedor de una mención honorífica, cada gota de sudor está impregnada en todos y cada uno de los capítulos, siendo capaz de refutar a intelectuales de primera mano y tan fundamentales en la psicología del siglo XX como lo fueron Skinner y el propio Freud, sin quitarle mérito a los otros autores que cita a lo largo del libro.

     Carlos González desempeña una labor defensiva y heroica, siendo los niños los primeros beneficiados. Lo bello de este trabajo es que rememora la naturaleza del ser humano, dejada a un lado en cierta medida en lo referente a la crianza en la actualidad (y desde hace varios siglos). Le hace ver al lector cómo era la convivencia de sus antepasados, para que se dé cuenta de que los actos de estos últimos eran por mero instinto, nada más y nada menos que el de supervivencia, que si perduró fue precisamente porque les fue útil para que siguieran evolucionando y llegar hasta el hombre de hoy.

     Esta obra es tenaz, pero puede ser llevada con buen sabor de boca, lo que intenta no es juzgar y mandar a la horca a un fulano, sino, más bien, alzar la voz en pro de una “puericultura ética”, quizás porque se quiera extinguir de manera “sutil” el amor que debe estar inmenso dentro de la misma crianza, el vínculo natural de un bebé y su madre, el afecto, tan imprescindible para que un ser humano desarrolle una plena empatía.



     Pues bien, esto es una pequeña dosis de la diversidad de temas que toca Carlos González, por tanto, no queda más que irnos de lleno al meollo del asunto.



Metodología, crítica, virtudes, planteamiento del problema y otras consideraciones

     Carlos González... ¡Qué maravilloso padre! Sorprende el excelente trabajo recopilatorio y crítico necesario para parir, por utilizar un término bastante preciso, su obra “Bésame Mucho”, simplemente rompe una cantidad enorme de estándares impuestos por la especie humana, en el afán de “refinar” su propia naturaleza... Más allá de lo que pueda acotar a favor o en contra, se debe reconocer el honorable esfuerzo que ha realizado, impulsado por un amor puro y paternal, aun sabiendo que desde afuera pudo haber escuchado muchas contrariedades, pero prevaleció lo que es, ese gigante lazo que desde siempre ha unido a todas las civilizaciones, desde los tiempos más remotos.


     “Bésame Mucho” es un escudo y una espada, encarna la valentía de un hombre que fue incapaz de aceptar cómo la irracionalidad –o la racionalidad, no se sabe– pudo llevar, hasta la actualidad (pleno siglo XXI), el deseo de hombres controladores y calculadores que en realidad sólo han querido individuos dóciles, que se les sometan. Se podría decir, hablando a partir de “La dialéctica del amo y el esclavo” de Hegel, que este deseo de sometimiento forma parte de la misma historia del hombre, es irrevocable y ha estado presente desde su génesis, pero siendo mayormente dirigido hacia su imagen, el adulto... ¿Cómo es posible entonces que un adulto piense de esta manera frente a un niño, que ya de por sí tiene una madurez emocional y orgánica inferior? Pues fácil, este bebé algún día también será un adulto... Más vale moldearlo según lo que le convenga. Este pensamiento no viene de cualquier padre en común, se trata de modelos bien elaborados por mandatarios y sistemas de gobiernos arcaicos o no, con el fin de desear el deseo del otro, y ese deseo, es, precisamente, que se me someta mi igual. Con esto no justifico para nada que la puericultura moderna ofrezca un pobre contacto maternal-familiar, sino que explicito algo que tal vez ignoró, en cierta medida, Carlos González, y es recordar que dentro del cobijo y el amor, también, a lo largo de la historia, ha habido variaciones de imposición, naturales de cualquier especie, y que exactamente eso lucha ferozmente con el mismo calor humano, se trata de la hostilidad.


     En las anteriores líneas sólo quería dar un breve repaso sobre cierto tópico que Carlos no le explicó a su lector, y seguramente no porque no quisiera, sino que el objetivo de su libro era quitar esas lagañas que le impedían a esta sociedad moderna –hablando de unos siglos para acá– ver el error que estaban cometiendo, alejándose cada vez más de lo esencial y bonito, el calor, el contacto humano. Si no se toma en cuenta la importancia del párrafo anterior, el lector que promulgue y rectifique lo que Carlos acusa se sentirá cual basura detestable, puesto que está llevando a la praxis algo de lo que se ha dado cuenta está verdaderamente mal... ¿Cuál será la reacción de uno de estos lectores? Sólo digo que también merecía la pena dedicarle unas líneas a este posible.


     Este libro toca un tema muy delicado como lo es la crianza y la maternidad, repasa específicamente tantos de los gozos y adversidades que vive un niño, la verdad es que es un trabajo bastante completo, la lucidez con la que su autor desarrolla cada uno de los tópicos es incomparable, su sustento es envidiable, merece la pena decir que es profesional con todas sus letras, al igual que un padre enfadado, ¡y con razón! Carlos proporciona una gama de herramientas que al parecer una mayoría había olvidado, o un cúmulo de persona deseaba que se olvidase... Lo cierto es que las aporta, y vaya que son totalmente naturales, no me atrevería a decir “lógicas” ni “razonables” porque en un momento consideré hasta absurdo la realización de tanto estudio experimental para demostrar algo que ya de por sí ha sido lo normal en lo que se refiere la supervivencia humana (como muy bien Carlos lo explica a lo largo del libro), sí, hablo del colecho. Tiene todo el sentido del mundo... Un bebé necesita a su madre cerca, para que lo proteja, para que lo mime, para que lo alimente. El mismo Diego el Cigala dice en una canción titulada “Hubo un lugar” la siguiente frase: “a los niños, antes de darle leche dale cariño, dale cariño”.


     Carlos da vuelta a muchas teorías que precisan cosas como que el exceso de afectividad pueda provocar dependencia o un posible no desprendimiento de la madre en edades adultas, incluso con consecuencias que sus defensores consideran terroríficas, pero, la verdad, nada comprobables, o al menos refutables, que es lo que él mismo hace.


     Primeramente pensé en que era demasiada la insistencia y el énfasis en cosas como confirmar y reconfirmar que en realidad lo verdaderamente bueno es tomar al bebé en tus brazos y darle todo el cariño que necesite, que lo que muchos profesionales desde hace décadas dicen es totalmente absurdo, pues privarlo de su necesidad afectiva simplemente no tiene sentido. Que usara metáforas incluyendo adultos la verdad se agradece bastante, es una misma bofetada metafórica para quien lo lee y comparta esta postura de la distancia y “la educación para el respeto”, pero en cierto punto cansan sus argumentos, quizás exagera en verificar hasta el cansancio una cosa, es entendible, ya que justa y paralelamente lo hace porque hay numerosos planteamientos que apoyan y fomentan tal práctica, pero eso, al mismo tiempo, puede generar una reacción de cansancio al lector... Lo saturas con la misma información dicha con otras palabras y refutando la misma base de ideas pero con otros autores, la verdad es tedioso. Era como si a lo largo de su libro te fuera contando la misma película pero con diferentes actores, añadiendo tal vez una que otra escena más.


     Este creo que es uno de sus puntos más débiles, el intentar repasar de manera exaltada una y otra vez cada punto, pero por cada punto una explicación multiplicada por diez dando el mismo resultado.


     Lo positivo es que no deja cabo suelto, cada detalle fue pulido a medida para que en su presentación estuviera impecable dando paso a que se genere un fenómeno en el cual es muy difícil contradecirlo, podrás encontrar pequeños fallos, pero no en su contenido, sino en la manera en la que los plantea y aborda, eso es lo que aquí escribo, mi desacuerdo principal es un notable desespero por decirle a todos en su cara: “¿A QUE LO ESTABAMOS HACIENDO MAL?” Esa frase le quedaría de perla.


     Además, es menester agregar, que le habla a todo mundo, no ya a padres, o madres embarazadas, sino a todos en general, es por ello que se encontrarán capítulos como: “por qué no quieren quedarse solos”, “por qué lloran en cuanto dejas la habitación”, “por qué no quieren dormir solos”, etc... Este tipo de capítulos evidentemente se dirigen principalmente a padres, pero no sólo eso, de igual manera les sirve a los que no lo son (jóvenes, por ejemplo) para poder entender esa situación desde fuera, o incluso comprender qué pasaba consigo y mamá. Es bastante agradable que tenga esa consideración, este no es un libro para padres, es un libro para cualquiera, incluso para los que no decidan serlo, o los que ya no lo fueron.


     La tolerancia debe estar a tope, no se comerán sólo flores en esas líneas, al contrario, es precisamente de la “peste” que Carlos pretende sacar al lector, por eso directamente cita a quien deba citar, a todo responsable de lo que considera es injusto para los niños, que los excluye o culpabiliza de cosas que el mismo adulto ha provocado, en ese sentido es un justiciero, aboga por ellos, con garras, el jurado es el lector, el juicio es la sociedad, y la defensa la pone él... Un hueso duro de roer ¿No? Bueno, por todo esto deben pasar sus lectores, con una seriedad impenetrable que no admite ni una carcajada en 273 páginas, nada que ver, en él se está debatiendo el pasado, presente y futuro de la educación humana, principalmente la crianza.


     Un punto importante que no se debe pasar por alto son las analogías que presenta el autor para certificar, con mayor fuerza, su teoría... Explica, en ejemplos, cómo actuaríamos ante determinada situación si se suplantara a el niño por una mujer, o “su esposa”, lea a continuación la siguiente cita: “Imagine que su marido se presenta en casa una tarde con una mujer más joven: «Querida, te presento a Laura, mi segunda esposa. Espero que seáis amigas. Como es nueva y se siente extraña, le tendré que dedicar mucho tiempo, espero que tú, que eres mayor, sabrás portarte bien y ayudar más en casa, Ella dormirá en mi habitación, para que me sea más fácil cuidarla, y tú tendrás una habitación para ti sólita, porque ya eres grande. ¿A que estás contenta de tener tu propia habitación? Ah, y compartirás con ella tus joyas, claro. » ¿No estaría usted un poquito celosa?”. Esta analogía podría rayar en lo absurdo... Intentaba explicar cómo se sentiría un hermano mayor al saber que tendrá un hermanito, más específicamente cuando éste ha nacido... Son situaciones totalmente distintas, es verdad que Carlos apelaría a decir que un niño podría verlo tal cual una infidelidad para un adulto, pero aun así no es coherente utilizar este tipo de comparaciones, primero por lo que he expuesto anteriormente y segundo porque sería bastante difícil que cale en el público.


     Este tipo de metáforas en la que sustituye sujetos (los niños) se ven muy frecuentemente en su exposición de ideas, bien sea que utilice a “la esposa”, un adolescente, o simplemente cualquier adulto.


     Hay algo bastante interesante en lo que hace hincapié, y es cómo vemos tan “normal” el hecho de que los niños se peleen en la escuela, tal cual si fuera una tontería, incluso para los profesores, que muchas veces ni comunican a los padres lo que ha pasado en la institución, aunque también ocurre que los padres no asistan simplemente porque lo ven como algo “pasajero”, como si Pedrito no fuera a ver a Raúl (su víctima o atacante) todos los días restantes del año escolar… Describe a la sociedad como extremadamente permisiva con la violencia escolar, y esto, cómo no, ha brotado, como se ve hoy en día, una cantidad increíble del famoso “acoso escolar” o bullying, habría que evaluar si esto –la indiferencia por parte de los adultos– conjunto con el aprendizaje vicario son la causa fundamental de que niños y jóvenes hayan apelado hasta el suicidio cuando ya llegan a un punto de saturación.


     Otro aspecto resaltante de su metodología es el uso considerable de citas para poder desmentir, criticar o explicar ciertos tópicos, son bastante precisas y muy útiles, sumerge al lector en experiencias cotidianas, de otros estudiosos, de niños, madres, padres e incluso del mismo Carlos, bien lo deja ver cuando cuenta su percance con la maestra a su corta edad, una marca incomprensible para él en ese momento, qué hubiese sido de Carlos sin ese inconveniente... O el de su padre, que le ofreció su perdón, conmoviéndolo. Lo cierto es que no todo es disgusto, lo que sucede en “Bésame mucho” es una enseñanza bastante linda, cargada de mucha emocionalidad por parte de su autor, él mismo fue/es hijo, él mismo es padre.


     La crítica dada “no tiene temores por nombres”, ¿Por qué? Pues nada más y nada menos que desarticula planteamientos de hombres de la calidad intelectual de Freud, o de “innovadores” como Skinner... Sí que es duro, y tal como son planteadas no hay duda de que estos dos mencionados verdaderamente se equivocan, pero preocupa que quizás, y sólo quizás, Carlos hubiera sacado de contexto a alguno de ellos, o se hubiese limitado muy específicamente a un punto en particular (sobre todo con Freud), pero haciendo uso de una exquisitez que podría dejar boquiabierto a cualquier intelectual, esta batalla por la defensa justa de los niños no admite excusas, y es que a lo sumo lo que causa que sus planteamientos venzan es la misma caída de los otros, y entre más pesados, mejor para él (o para los niños).


     Si el caso fuera “Bésame mucho”, y mi persona jurado, votaría por los niños, es que no queda de otra, demasiada solidez argumentativa, esto no es un capricho, no es rebeldía, no es un intento de ganar fama, no es poner en boga otra forma de educar, se trata de algo intrínseco, majestuoso, avasallante y sin límites; el amor. Su autor lo tuvo claro, todo el tiempo, cada grano de arena que desciende del reloj desde su comienzo hasta el final es sólo algo en extremo positivo, pero tan positivo, que aun siendo extremo (como bien explica con diferentes metáforas) no es perjudicial, increíble... Hay que pararse y aplaudir tal calidad de razonamiento que apuesta no precisamente por el raciocinio, sino por lo genético, por lo involuntario, por lo que se hace para bien aunque no se sepa, como la madre conejo que: “(…) pasa el mayor tiempo posible a unos metros de distancia de la madriguera para no atraer a los lobos con su olor (el olor de las crías es mucho más débil que el de la madre)”. Es una bella paradoja, hizo falta que alguien tuviese que utilizar su raciocinio para recordar lo que cualquier otro animal hace porque así está obligado a hacerlo, y no puede hacerlo de otra forma que no sea en pro de supervivencia... Es sencillamente hermoso.


     Ojalá y se sigan imprimiendo ediciones de esta maravillosa obra, incluso que en ellas su autor agregue otros aportes más, imaginen cuánto perdurará su contenido, siendo ya ancestral. Al puro estilo de Carlos cerraré con una frase de su libro: “(…) Esa madre no tenía cultura, ni religión, ni conocía los conceptos de «bien», «caridad», «deber» o «justicia»; no cuidaba a su hijo porque pensaba que ésa era su obligación, ni porque temía a la cárcel o al infierno. Simplemente, el llanto del niño desencadenaba en ella un impulso fuerte, irresistible, de acudir y acallarlo (…)”.

Conclusión

     El desenlace de esta bonita experiencia ha sido, en forma paradójica, un enlace... ¿Con qué? Pues con el futuro, las venideras generaciones… El mensaje está claro, la cuestión es hacerlo llegar a la mayor cantidad de personas posibles, sólo se necesitan unas cuantas palabras acompañadas de un término fundamental; el afecto. No es una lucha, sino más bien un acompañamiento, nada más bello que reconsiderar qué se está haciendo para criar a los niños de las próximas dos décadas, quienes serán los vigorosos jóvenes, rebeldes por naturaleza, pero quizás impregnados de una distancia emocional promovida por profesionales de diversos ámbitos.

     Parece complejo, pero es una simple cuestión de reciprocidad, es lapidario pero sencillo; lo que se le dé a los niños, los niños darán a la sociedad.